top of page

Atalaya - Capítulo 1


ree

Un sonido ronco salió de su garganta, mientras me obligaba a estacarlo más profundo en ese punto donde debería estar bombeando su corazón. Mi mano vibraba al mismo tiempo que la madera iba desgarrando piel, atravesando tendones, músculos y rompiendo huesos.

—No tengo corazón, no puede dolerme.

Luego se desplomó en el piso, quieto, mudo y sin vida.

La mitad del escobillón permaneció incrustada en su pecho, no sé porque me sorprendió, pero me quedé observándola un par de segundos, como si de un momento ésta fuera a desvanecerse y Nathan pudiera levantarse.

Lo había matado… Realmente había asesinado a Nathan.

Me llevé una mano a la boca conteniendo el grito mientras intentaba procesar lo ocurrido los últimos minutos: Nathan atacando a Lucas, Lucas desangrándose en el suelo mientras yo intentaba deshacerme de Nathan, yo sosteniendo el palo de una escoba partido en dos imitando una estaca, yo estacando a Nate y él permitiéndomelo.

—Todo estará bien —me obligué a murmurar, pese a que la voz me fallaba, estaba temblando—, basta que lo digas.

Dejé escapar un suspiro y retomé mi labor por donde la había dejado, la persona que importaba, él único inocente en esta escena sangrienta que habíamos montado: Lucas.

Estaba en mi escuela, encerrada en la sala donde guardaban los útiles de aseo junto a dos cuerpos inconscientes: uno era mi ex novio, el otro un vampiro psicópata que yo creía amar.

Me acuclillé y deslicé ambas manos por debajo de sus brazos, me esforcé en no mirar su rostro mientras intentaba levantarlo.

—Vamos —imploré, soportando a duras penas su peso contra mi cuerpo; no hubo respuesta. Sabía que esto pasaría, por supuesto, Lucas estaba más allá de sus capacidades, se sentía pesado y flácido sobre mi espalda, extraordinariamente vulnerable.

No sabía cómo iba a ser mi vida a partir de ahora, pero estaba segura de cómo no sería:

Nunca más esa chica abnegada y fácil de manipular, no más vampiros en lo que quedaba por delante.

Ploc, ploc, irrumpió en el silencio, en mi histeria.

Ploc, ploc, ploc, más gotas dejando un rastro, su sangre una suerte de melodía macabra persiguiéndome a medida que intentaba avanzar con Lucas a rastras hasta la salida de este maldito caos.

Por otra parte, no podía dejar de pensar en que lo había estacado, ¡realmente había matado a Nate! No, realmente no era así, incluso en el último minuto yo había vacilado. Era débil, siempre lo fui, ni siquiera cuando se trató de matarlo tuve las fuerzas suficientes y fue el propio Nate quién se autoapuñaló.

—Listo.

Por fin alcancé la manilla de la puerta, la pequeña sala de aseo se había convertido en una hectárea mientras cargaba sobre mi espalda un cuerpo inerte, el corazón me latía frenético en el pecho.

—Vas a estar bien, amor, lo prometo. No puedo perderte.

Fue entonces que lo oí y dejé que la calma fluyera libre dentro de mí.

Un cuerpo cayó al suelo con fuerza, la puerta se cerró tras de mí yo comencé a avanzar por el pasillo de la escuela sin pensar en nada más que obedecer a esa voz.

—Por supuesto que puedes —hubo un silencio cadencioso—. De hecho, quieres —avancé hacía él desdibujando el camino, sin prestar atención al rastro borgoña que dejaban mis pies por el piso—, lo estás deseando Mica.

Asentí, con mis ojos enfocados en los suyos, con mi lengua seca y distendida. Él mandaba. Yo obedecía.

—Andando.

Y lo hicimos…

Comenzamos a avanzar en dirección a ninguna parte.


—Estoy cansada —me quejé, llevábamos caminando un par de horas y no había señal de que él fuera a detenerse.

—Supongo que debí conseguirme un vehículo en lugar de confiar en la locomoción de esta ciudad.

—Espera un minuto ¿Entonces cómo llegaste a la escuela?

—Me trajo una amiga —La rubia tonta de la tienda, por supuesto.

Mi cabeza comenzaba a doler horrores y apostaría mi alma a que Nathan era el culpable. Tenía la leve sospecha de que me perdía de algo importante, estaba intranquila.

— ¿Cuánto tomé?

—No más que yo —respondió sonriéndome—, así que puedes estar tranquila que no tengo planes de aprovecharme de ti.

Continuamos caminando un par de kilómetros, me moría de ganas de preguntarle si podía volar o correr a velocidad sobrenatural, lo segundo era bastante probable, pero con Nate nunca se sabía.

—Listo, llegamos.

Solté un suspiro de alivio o al menos así me sentí hasta que vi el letrero del lugar.

—¡No pienso ir a ningún motel contigo!

Esperó un momento antes de hablar.

—Si lo piensas bien no hace ninguna diferencia. Vivimos juntos ¿No?

—En cuartos distintos.

—Sabía que dirías eso… Tú decides, el motel o también podríamos detenerlos en la casa más cercana y asesinar a los dueños, ten por seguro que será una tierna viejecita, pero si tienes tantas ganas de matar…

—Está bien —me limité a responder, pero lo que quería era gritarle «¡Maldito lunático!». Daba igual, él podía leer mi mente.

Ya dentro del motel, me sorprendió la mirada horrorizada que nos dio el encargado, como si hubiera visto a un fantasma y no entendía porqué, dado que Nathan lucía encantadoramente guapo, su traje impoluto cubierto de sangre y la sonrisa del millón: reservada, sensual y un poco satánica. Hay que decirlo.

Espera un momento… ¿Qué demonios hacía toda esa sangre ahí?

—Tenga —tartamudeó el pobre tipo, entregándole una tarjeta a mi vampiro y pestañeando atónito al instante. No necesité que Nathan me lo dijera para saber que acababa de meterse en su mente…

La sangre, concéntrate en la sangre.

—Nate, ¿por qué estás…?

Me sonrió con malicia.

—En serio, tienes que dejar de hacer eso.

—¿Tú crees? —preguntó, girándose hacia mí mientras caminábamos hacia un pequeño bungalow.

—No lo creo, estoy segura. No tienes ideas de lo horribles que son esas jaquecas que vienen después de tus lavados de cerebros…

—Oh, claro que lo sé.

Mis ojos se abrieron ahogados con un millón de preguntas, pero él las desechó al instante entrando a la pequeña morada, mientras yo me guardaba mi interrogatorio para otra ocasión.

Si Nate sabía lo doloroso que era, significaba acaso que también habían leído su mente. ¿Quizá algún vampiro más poderoso lo controlaba o se trataba de su vida como humano?

—Puedes ducharte si lo deseas.

Asentí, más que nada porque no quería estar a solas con él, cerré la puerta del baño e inmediatamente recordé lo bien que se había sentido bailar juntos horas atrás. Cerré y puse el pestillo, luego me giré hacia el espejo y grité.

Mi vestido, mi cabello, toda mi cara estaba cubierta de sangre, la zona donde solía estar mi tiara ahora estaba apelmazada, mi cabello estaba hecho un asco y…

—¡Toda esta sangre no puede ser mía! —le grité a Nathan saliendo del baño. Estaba un poco perturbada ¿Cómo pude no darme cuenta de algo tan evidente? Además, ahora que lo pensaba, Nate, sí, él también estaba cubierto de sangre. Eso explicaba la mirada consternada que nos dio el tipo de la recepción. Parecíamos una pareja disfrazada para Halloween.

Sabía que sólo él tendría respuestas, siempre había sido así.

—Nathan…

—Lo único que me gusta de ti es tu sangre… y ni siquiera es tan buena.

—Entonces es mía —susurré sin verlo, porque para ser honesta me comenzaba a sentir un poco avergonzada. ¿De quién más podía ser?

Sonreí, pero no sentía alegría, más bien era resignación. Cuando has deseado algo con muchas fuerzas, durante mucho tiempo, cualquier cosa que se le parezca a ese anhelo se agradece ¿No?

—Dúchate, estás hecha un desastre —no lo decía en serio, al menos por la forma en que ahora me sonreía, el desastre no podía ser tan malo.

—Lo haré, pero antes —me alcé en puntillas y rocé sus labios.

—¿Y eso por qué?

Sonreí nerviosa.

—Necesitaba saber si mi último recuerdo sobrio era real o producto de mi imaginación.

—Y…

—¿Y qué? —pregunté, percatándome demasiado tarde, más que nada porque Nate me acababa de poner el dedo en el entrecejo, que estaba frunciendo el ceño.

—…A conclusión llegaste.

—Ah, pues aún no estoy totalmente segura —mordí la cara interna de mi mejilla, pero lo hice demasiado fuerte y comenzó a sangrar—. Supongo que tendría que volver a probar…

Nathan soltó un suspiro largo, demasiado hondo para mi gusto, observó hacia su espalda y enseguida cerró la puerta del baño tras de él, dejándonos a ambos encerrados, a mí particularmente ensangrentada.

—Diablos, ¿Por qué no?

Lo siguiente que hizo fue arrancarse la camisa.

 
 
 

6 comentarios


Yo Tu
Yo Tu
26 abr

Llevo esperando este segundo libro desde el 2014... Asi que para los que siguen esperando... Esta difícil la cosa

Me gusta

Por favor 🙏🏽 sigue subiendo los demás capítulos! 🥺😭❤️ He esperado tanto este libro… no puedo creer que ya lo esté vislumbrando. sé buen y sube más si? 🥺🙏🏽❤️

Me gusta

Madre Santaa.😍. se puso rebuena la continuacion,, me hace creer y tener la esperanza que todo este tiempo tambien Nate sentia algo por mica... plisss Animo y espero con Ansias que termines Atalaya ..mientras seguiré soñando ...😘

Me gusta

ShyClaudd
ShyClaudd
16 jun 2021

Ouh, en verdad quiero leer el siguiente libro, acabo de terminar Anatema y muero por saber que va a pasar luego ¡El le lavó la mente! Eso fue totalmente inesperado. Tienes mucho talento, te deseo mucha suerte en el futuro autora. Saludos.

Me gusta

Brenda Sanz
Brenda Sanz
08 jun 2021

Una de los mejores libros que me he leído en toda mi vida, siempre va a ser uno de mis favoritos. Ya deseo poder leer Atalaya terminada. ¡¡¡Nunca dejes de escribir!!!!. soy tu fan, gracias por dejarnos leer estas obras hermosas.


Me gusta

©2020 por Lissa D'Angelo. Creada con Wix.com

bottom of page